
Tomás Luis de
Victoria (Ávila,1548 - Madrid, 20
de agosto de 1611) fue un compositor, maestro de capilla y célebre polifonista del Renacimiento español. Se lo ha considerado uno de los compositores más
relevantes y avanzados de su época, con un estilo innovador que anunció el
inminente Barroco. Su influencia llega hasta el siglo XX, cuando fue tomado como modelo por los compositores del Cecilianismo. Debido al desconocimiento de la fecha del
nacimiento de Tomás Luis de Victoria, se investigaron los nacimientos de sus
hermanos y familiares más cercanos, llegando así a la conclusión de que nació
hacia finales del 1548. Desde muy joven pudo haber recibido lecciones musicales
de Escobedo mientras éste estaba en la ciudad de Ávila, además de otras clases impartidas por Cristóbal de Morales. Sin embargo, fueron Palestrina y el anciano Namino los que perfeccionaron su arte. A
la edad de 7-8 años entró en el coro de la catedral de Ávila, donde sintió predilección por el sacerdocio y es a
finales de 1558 cuando entra al servicio de la Catedral. Los primeros
conocimientos musicales los recibe allí del Maestro
de Capilla Jerónimo
de Espinar, pero es el posterior Maestro de Capilla Juan Navarro el que se encargó de la formación musical de Victoria,
siendo este último su discípulo. Posteriormente, a la edad
de 19 años, decide partir a Roma entrando en el Colegio germánico para
desarrollar su profesión como sacerdote y profundizar sus conocimientos
musicales, esta vez, gracias al conocido compositor Palestrina. Una vez allí, coincide con
varios paisanos españoles, los cuales le explicaron el funcionamiento del
Colegio. Para entonces, Victoria ya tenía buenos conocimientos de Gramática y de Música y sabía tocar bastante bien el órgano. Pero en el Colegio comenzó a
estudiar las disciplinas eclesiásticas y a ampliar y perfeccionar más sus
conocimientos musicales. Esto último se refleja bien en una Dedicatoria que
escribió al Rey Felipe II,
Católico Rey de las Españas:
Desde el día en que llegué de
España a la ciudad de Roma, a más de otros nobilísimos esfuerzos y desvelos
consagré al estudio de la Música. Y ya desde el principio me propuse no tan
solo contentarme con su conocimiento para detenerme en proporcionar un deleite
a los oídos y al espíritu, si no, mirando más allá, ser útil, en lo posible, al
presente y al porvenir. Y habiéndome ejercitado en gran manera en este estudio
de la Música, hacia la que me siento arrastrado como por un secreto instinto e
impulso, a fin de que los frutos de mi ingenio tuviesen mayor difusión, acometí
la empresa de poner en música la parte principalmente, que se celebra con más
frecuencia en el culto de la Iglesia Católica.
Así, Tomás Luis de Victoria cultivó también su vocación sacerdotal
con los santos ejercicios de piedad, que establecían las Constituciones del
Colegio, la asistencia diaria al Santo Sacrificio de la misa, oída con ánimo
devoto, la recitación y canto del oficio divino mañana y tarde de los Domingos
y días festivos, y la lectura y predicación de la palabra de Dios. Aproximadamente por el año 1569, sin abandonar las clases del
Colegio Romano, toma el cargo de «Cantor» y al mismo tiempo organista de la Iglesia nacional de los Aragoneses en Roma, Santa María de Montserrat. Allí
continuó como maestro de capilla por lo menos hasta mediados de 1572,2 lo
que le permitió dedicarse por completo al estudio y a la composición de obras
musicales, que aparecerían muy pronto y manifestarían el intenso trabajo de
Victoria entre 1571 y 1572.
Sin embargo, un dato curioso es que durante esta etapa (1569-1572) no se sabe
con claridad cuál fue su maestro.
Justo ese último año (1572), publica su primera colección de Motetes, en la que agradece al
Cardenal Truchesess su ayuda. Muestra de ello son las
siguientes palabras que le dedicó:
Me obligaban muchas cosas a hacer
esto: primero el que para ejercer ese patrocinio que sobre mí habéis tomado,
nada omitís de cuanto pueda contribuir a engrandecerme y honrarme… En segundo
lugar ¿A quién era más justo que ofreciese los cantos de música y canciones
piadosas, que a aquél que tiene su principal deleite en el canto y antepuso en
todo el curso de su vida la devoción a las cosas divinas a todas las riquezas y
a los honores? ¿Quién en justicia, debe recibir el primero fruto de mis
trabajos, sino vos, quien debo el conocimiento de este Arte, si es que hay
alguno en mí, o si se ha de estimar en algo? Por lo cual, tanto sobre los demás
protectores os confieso deberos cuanto penas le es permitido deber un hombre a
otro hombre. En testimonio de lo cual determiné dar a luz para pública utilidad
estos mis trabajos- valgan lo que valiere- y primicias de mi ingenio, en las
que va inscrito principalmente vuestro nombre.
Se sabe además que desde un año antes de esta publicación,
Victoria se encargaba de la enseñanza musical de los alumnos del Germánico, por
lo que recibía quince julios mensuales como paga. Pronto hizo un envío a la
Catedral de Ávila de seis
cuerpos de libros de música encuadernados compuestos por él mismo. Sin embargo,
este no recibió nada a cambio de ellos debido, posiblemente, a las deudas de
dicha catedral que incluso obligaron a suprimir la representación de los
famosos autos sacramentales en la
fiesta y octava del Corpus.
A pesar de ello, Victoria realiza otro envío en enero de 1577, siendo esta vez un libro de canto de órgano, que
entregó, como el anterior, su tío Juan Luis. Y aunque siguió sin recibir nada a
cambio, hizo hincapié en seguir enviando más composiciones suyas, entre las que
destacan un libro de misas de canto de órgano (1584)
por el que recibió diez ducados; dos libros de canto de órgano (1587),
por el que recibió cien reales y un libro de misas breves de canto de órgano (1593)
por el que le dieron diez ducados. Todas estas obras quedaron conservadas en la
Catedral de Ávila, pero, desgraciadamente, hoy no se conserva ni una.
Un año después de su segundo envío, Tomas
Luis de Victoria salió del Colegio Germánico y son pocos los datos que se
conservan de su vida posterior en Roma,
a pesar de que siempre asistía a las fiestas de la iglesia Santiago de los Españoles para dirigir la parte musical en diversas fiestas religiosas.
A continuación veremos una carta que
escribió Victoria en 1583 para el Rey Felipe II, en la que descubrimos las dos aspiraciones de su
espíritu: volver a España, la patria querida, y
consagrarse al retiro y a la oración, dándole un descanso a su vida de
compositor. Además le dedica dos libros de misas a cuatro, cinco y seis voces.
Pero para entenderlo mejor veamos sus palabras dedicadas al Rey:
Desde los días, en que habiendo partido de España para Italia, llegué a la
ciudad de Roma, además de otros nobilísimos estudios, en que hube de
ejercitarme durante algún tiempo, muchos esfuerzos y cuidados consumí en el
estudio del arte musical. Y me propuse desde el principio no contentarme con su
conocimiento, para detenerme en el solo deleite de oídos y de espíritu, sino
mirando más allá, ser provechoso –cuando me fuera posible- para el presente y
para la posteridad. Habiendo, pues, trabajado en gran manera en este estudio de
la Música, a la que me siento arrastrado por la naturaleza, como por un secreto
instinto e impulso, a fin de que los frutos de mi ingenio tuviesen más
difusión, acometí la empresa de poner en Música adornar con modulaciones
–principalmente aquella parte- que con más frecuencia se celebra en la Iglesia
católica. Porque ¿Para qué debe servir mejor la Música que para las divinas
alabanzas del Dios inmortal, de quien procede el número y la medida? cuyas
obras todas están tan admirable y tan suavemente dispuestas, que llevan delante
de sí y muestran cierta increíble armonía y canto. Por lo cual, en muy grave
error se ha de entender que cayeron, y por tanto deben ser sin compasión
castigados, los que pervirtieron un arte creado como el más honesto para alivio
de los cuidados y para recreo del alma con un deleite casi necesario,
consagrándole para cantar torpes amores y otras cosas indignas. A fin de no
abusar, pues, de beneficios de Dios, Optimo Máximo, de quien procede todo bien,
a las cosas sagradas y eclesiásticas consagré todo el empeño y ayuda de mi
ingenio. Dejo al juicio de otros cuanto haya sobresalido en ello. Por parecer
testimonio de inteligentes y peritos ciertamente, lo he conseguido de manera
que no tengo por qué arrepentirme de mis esfuerzos y trabajos.
Y habiendo mucho antes de ahora compuesto y hecho imprimir, obras que advertí fueron recibidas, con aplauso, quise ya, fatigado, para poner término a mis trabajos de compositor y cumplida ya al fin mi misión, gozar de honesto descanso entregando el espíritu a la contemplación divina –como cumple a un sacerdote- quise, repito, añadir este último fruto de mi ingenio que graves razones, no solo al darle a luz, sino también al concebirle en mi espíritu y pensamiento, me movían a ofrecerle muy principalmente a Vuestra Majestad. Porque después de una larga ausencia, al volver a ver el suelo de mi nacimiento, habiéndome de presentar en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia, no debía llegar con las manos vacías sino ofreceros algún regalo, que fuese el más propio de mi profesión ministerio, y a Vuestra Majestad el más agradable. Y nada para canto y música puede proponerse a un músico más grande y de mayor majestad, que el sacrosanto misterio y sacrificio de la Misa. Con esto he querido poner fin a mis trabajos. Esta obra compuesta por un español, ¿A quién se la debe con más justicia que al Rey de las Españas, católico, piadoso y tan amado de Dios? Ciertamente entiendo y confieso que tan gran Príncipe es harto más digno de mejores dones, es, sin embargo, muy propio de la real clemencia mirar en los inferiores y en los pequeños no el regalo, sino el corazón. Ni es tampoco posible que esté en relación con la dignidad regia la liberalidad privada. Confío en que esta mi ofrenda no ha de ser indigna de la Real Capilla, hallándose principalmente honrada con tu nombre y protección,
Réstame esperar que tu Majestad reciba este don con aquella amabilidad, conque se gana a todos los hombres, y a un súbdito, respetuosísimo con su autoridad acoja en su corazón de Rey, para quien mientras viviere, según es mi deber y según lo piden los tiempos de un reino cristiano, pediré al Señor Omnipotente y Rey de Reyes le sea todo feliz y próspero.
Y habiendo mucho antes de ahora compuesto y hecho imprimir, obras que advertí fueron recibidas, con aplauso, quise ya, fatigado, para poner término a mis trabajos de compositor y cumplida ya al fin mi misión, gozar de honesto descanso entregando el espíritu a la contemplación divina –como cumple a un sacerdote- quise, repito, añadir este último fruto de mi ingenio que graves razones, no solo al darle a luz, sino también al concebirle en mi espíritu y pensamiento, me movían a ofrecerle muy principalmente a Vuestra Majestad. Porque después de una larga ausencia, al volver a ver el suelo de mi nacimiento, habiéndome de presentar en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia, no debía llegar con las manos vacías sino ofreceros algún regalo, que fuese el más propio de mi profesión ministerio, y a Vuestra Majestad el más agradable. Y nada para canto y música puede proponerse a un músico más grande y de mayor majestad, que el sacrosanto misterio y sacrificio de la Misa. Con esto he querido poner fin a mis trabajos. Esta obra compuesta por un español, ¿A quién se la debe con más justicia que al Rey de las Españas, católico, piadoso y tan amado de Dios? Ciertamente entiendo y confieso que tan gran Príncipe es harto más digno de mejores dones, es, sin embargo, muy propio de la real clemencia mirar en los inferiores y en los pequeños no el regalo, sino el corazón. Ni es tampoco posible que esté en relación con la dignidad regia la liberalidad privada. Confío en que esta mi ofrenda no ha de ser indigna de la Real Capilla, hallándose principalmente honrada con tu nombre y protección,
Réstame esperar que tu Majestad reciba este don con aquella amabilidad, conque se gana a todos los hombres, y a un súbdito, respetuosísimo con su autoridad acoja en su corazón de Rey, para quien mientras viviere, según es mi deber y según lo piden los tiempos de un reino cristiano, pediré al Señor Omnipotente y Rey de Reyes le sea todo feliz y próspero.
Viva y reine por largos años.
Dos años después de esta
dedicatoria, en 1585, Victoria
publica también en Roma el prodigio de la polifonía sacra, que es su Officium hebdomadæ Sanctæ y también Motetes de las fiestas de todo el
año (Motecta festorum
totius anni que dedica al Príncipe de Saboya,Carlos Manuel.
Desde 1585 hasta 1592 Victoria
no publica ninguna obra. Pero ¿dónde se encuentra durante este periodo de
tiempo? Según Casimiri, en el Oratorio de S.
Felipe Neri, en Cádiz, y además,
se cree que en este periodo viene dos veces de Roma a
su patria.
Con mayor seguridad, casi se puede afirmar que Victoria vuelve a
principios de 1559 a Roma, posiblemente para la edición
de nuevas obras, saliendo ese mismo año a la luz en Roma el segundo libro de
misas, que dedica al Cardenal
Alberto. Posteriormente sólo encontramos en su producción el motete Surge, Debora que se cantó en la Iglesia de San Apolinar el
18 de julio de 1553,
en la fiesta solemne celebrada para dar gracias a Dios por la victoria contra
los turcos en Croacia bajo la fortaleza de Lisse.
Así, llega a Roma el 7 de julio, por motivos desconocidos, al igual que cuando
vuelve a regresar a la Corte española en 1595.
Para el 10 de mayo de este último año figurará como Capellán de la Emperatriz.
Y ya posteriormente ejerció, al menos, desde 1606 el cargo de organista en lasDescalzas
Reales (Madrid)
hasta el día de su muerte, concretamente el 27 de agosto de 1611,
quedando inscrita en el segundo Libro de Difuntos de la Parroquia de San
Ginés de Madrid con
las siguientes palabras:
Tomé de Victoria clérigo
organista de las Descalzas en la calle del Arenal en sus mismas casas murió oy
sábado 27 de agosto de 1611; enterróse en las Descalzas, recibió los Santos Sacramentos
administróselos el Doctor Ronquillo, hizo testamento ante el Juan del Castillo,
escribano, testamentarios el licenciado Mirueña, que bibe en las dichas en la
calle del Arenal y don Juan de Triviño, que vive en las dichas casas.
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